
Hemos descrito en las crónicas anteriores la manera como el frío atormentaba hasta nuestros huesos. Siendo nosotros del trópico, donde todos los días del año son cálidos comparado con estos recorridos por la costa atlántica uruguaya en plena temporada de invierno, con bajas temperaturas, pero especialmente con un viento intenso, persistente, incansable, que se colaba por el menor resquicio, destemplando todo, especialmente nuestros ánimos. Sumábamos a lo anterior, lo que estaba expuesto frente a nuestros ojos y poco faltaba para caer sumidos en la triste sensación de querer quedarse bajo las mantas y renunciar a descubrir con nuestros pies, esta nueva ciudad que llegaba.

Las crónicas de estos días podrían tener ese tono melancólico con a sobor a lluvia y frío que vamos a omitir para continuar por la ruta que se abría paso entre la neblina y se acomodaba sobre enormes y verdes planicies. Contrario a nuestro sentimiento de viajar lento, conocer los pueblos pequeños, esta vez condujimos hasta Montevideo sin parar.

Iniciamos con un poco de historia. El nombre de Montevideo posiblemente proviene de un miembro de la tripulación de Fernando de Magallanes, el contramaestre Francisco Albo, quien escribió: “Martes del dicho mes de enero de 1520, estábamos en derecho del Cabo de Santa María, de allí corre la costa leste oeste i la tierra es arenosa y en derecho del cabo ai una montaña hecha como un sombrero al cual pusimos Monte Vidi”. De este antiguo documento en el que se hizo mención al promontorio con el nombre de la ciudad, que en latín significa “yo vi un monte” y que describe al cerro de Montevideo, donde hay una magnífica vista de la ciudad.

Llegamos directo a nuestro AirBnB en el barrio El Prado, un tranquilo vecindario de Montevideo. Nos recibió Jorge Luis, un hombre mayor, muy cordial y educado. Nos mostró su casa y más tarde conocimos a Esther, su esposa. Conversamos un poco y aprovechamos para recibir las indicaciones de la ciudad, como movernos y el sistema de transporte. Durante aquella conversación, era evidente que esta pareja había sido bastante adinerada por los objetos que tenían en sus espacios, además de las historias familiares que nos compartieron. Hoy, la realidad económica lucía bastante precaria, tanto que el sistema de calefacción estaba descompuesto y nuestra casa era más apropiada como sitio de descanso para Papá Noel… brrrrr
Solo reservamos cinco noches en esta ciudad aunque sabíamos que era poco aún sabiendo que era una de las capitales mas pequeñas de nuestra bella América del Sur, así que sin perder tiempo, salimos rumbo hacia el Jardín Botánico.

Durante el trayecto hasta allí, visualizamos que este barrio, El Prado que ocupa una extensa área y su columna vertebral era el arroyo Miguelete. Antiguamente aquí se ubicaban las casas de verano debido a que los locales casi no usaban sus playas.

Este jardín cuenta con más de mil especies y lo recorrimos brevemente. Cerca estaba el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes.

Abrió sus puerta en 1930 para conmemorar el Centenario de Uruguay y lleva el nombre del pintor considerado “el pintor de la patria” por la calidad de sus obras en la que plasmó artísticamente la historia local.



La obra central, es El Juramento de los treinta y tres, un enorme óleo sobre tela que plasmó un momento muy importante en la historia de Uruguay. Lo pintó entre 1875 y 1878 y capta el juramento de estos 33 hombres liderados por Lavalleja, que en 1825 iniciaron la cruzada por la independencia.

Es una obra de gran formato. Nos encantaron los salones cargados de arte en sus diferentes expresiones de música y escultura, en un espacio arquitectónico que vale la pena visitar.


Cuando terminamos la visita, caminamos sobre la avenida Millán y aprovechamos para comprar la tarjeta del STM para usar el transporte público ya que nos resultaba mas cómodo que manejar.
Para llegar la centro de Montevideo tuvimos que tomar dos buses hasta llegar a la ciudad vieja. Iniciamos nuestro recorrido en el puerto. Como ya se nos había hecho costumbre, entramos al centro de información turística donde además de mapas y horarios, nos dieron una excelente información.


Inicialmente recorrimos la rambla en el sector donde estaba el puerto de la ciudad. Allí estaba el kilómetro cero de Montevideo, un punto en el que siempre viene bien una foto para el recuerdo.

Salimos de la rambla hacia el mercado mas famoso: El Mercado del Puerto. Está en pleno corazón del barrio viejo es un bonito espacio que alberga el arte, la música y una lo mejor de la gastronomía uruguaya, famosa por sus carnes a la parrilla, todo ello bajo una vieja estructura de estilo inglés que le da un toque muy particular.

Esas provocativas parrillas con todo tipo de carnes cocinadas a la leña, la bebida del medio y medio, (vino blanco, medio dulce y medio seco), los pescados y mariscos frescos, las pastas y los vinos, dispuestas de forma muy agradable, hacían que degustar este pedacito de la ciudad tuviera tan buen sabor.

Este bello edificio fundado en 1868 obligaba a imaginar a aquellos emprendedores visionarios que construyeron este lugar tan inmenso que aún hoy parece demasiado grande.

Cuando salimos del mercado, nos encontramos caminando entre construcciones vetustas que amenazaban con caerse. No reflejaban el esplendor de sus orígenes ilustres, pasando a ser un retrato del abandono.

Caminamos en medio de estas manzanas derruidas y mas tarde desembocamos en la parte glamorosa e histórica: la peatonal Sarandí.

Esta peatonal es una obra reciente con no más de treinta años de historia. Con un kilómetro de extensión, alberga antiguos edificios al mejor estilo francés en perfecto estado de conservación, además de bares, restaurantes y comercio variado. Esta parte atesora una buena parte de su historia y permite el acceso a la Ciudad Vieja. También conecta la plaza matriz con la plaza independencia.

La estructura que sostuvo la puerta de la entrada a la fortaleza se encuentra actualmente en su antiguo lugar entre la plaza de la independencia y la peatonal Sanardi, marcando el imaginario inicio del paseo histórico.



En la plaza Independencia está el Cabildo y la basílica Metropolitana. Luego de la demolición de las fortificaciones de la ciudad colonial, la plaza Independencia pasó a ser una ciudad abierta y allí se marca el inicio de una de la principales avenidas del país: la 18 de Julio. A su alrededor se encuentran edificaciones destacadas, entre ellas el Palacio Salvo, gemelo del palacio Barolo que está en Buenos Aires y diseñado por el mismo arquitecto.

El Palacio Salvo es sin duda el edificio emblemático. De 105 metros y 27 pisos, su inauguración fue en 1922, por trece años fue considerada la torre más alta de América del Sur. Hoy, después de la Torre de Telecomunicaciones ANTEL, es la segunda construcción más alta de Montevideo.
Cerca de allí está allí el palacio Estévez, la torre ejecutiva del gobierno de Uruguay y en el centro de la plaza se levantó un monumento al prócer de este país, José Artigas que aloja un mausoleo donde descansan sus restos, en el subterráneo.


Muy cerca de la plaza estaba el Teatro Solís, el mas antiguo de Suramérica y un icono de Montevideo. Además de su fachada de teatro clásico, el orgullo del Solís es la Sala Principal, con una estructura conocida como “a la italiana” con forma de herradura.

Entramos al vestíbulo de este bello teatro y revisamos las obras que se presentaban en estos días. Había una: Yelma. Por la obra y mas aún, por conocer el interior de este teatro nos dirigimos a la taquilla donde nos ofrecieron entradas para el domingo a las 7 de la noche. Dudamos por la hora. Realmente era por el frío de la noche y decidimos mejor recorrer la ciudad mientras el sol nos calentara, así que decidimos no conocerlo.
En cambio decidimos pasear por la avenida 18 de Julio, la más importante de esta ciudad. Comienza en la Plaza Independencia y termina en el Obelisco, monumento a los Constituyentes, en el Boulevar Artigas.

Este simpático aviso ubicado sobre una de las veredas, nos sorprendió gratamente y nos sonsacó una sonrisa, porque hacía poco mas de un año, publicamos en nuestro canal de YouTube un video que contenía la misma idea.
El sol siempre se asocia con la felicidad y normalmente, así es. Pero la vida se trata de aprovechar cada oportunidad de vivir, de sonreír con la magia de un nuevo día, de bailar con la lluvia. Se trata de abrazar con alegría instantes que abonarán nuestros recuerdos con una sonrisa y comprender que la perfección nace en nuestro espíritu, en nuestro corazón, cuando encontramos el equilibrio entre lo que nos rodea y nuestros sentimientos. La vida de viajero nos fue enseñando una filosofía reposada, sencilla, que nos permitió disfrutar de las pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas y que ahora nos hacían tan felices, como un par de niños re aprendiendo a gozar de nosotros mismos. Por eso, te decimos lo siguiente:

Suelta lo que te mantiene atado a lo que no te gusta y tómate con responsabilidad la vida. No tienes una segunda oportunidad para vivirla 🙂
Y es tu decisión, la vida no trae repuesto.
Avanzamos por sus calles hasta llegar al departamento donde vivió uno de nuestros escritores mas queridos: Mario Benedetti. Tratamos sin éxito de averiguar si existía algún museo en homenaje a este magnífico escritor Uruguayo, así que nos conformamos con tomar una foto.

Durante esa caminata nos encontramos este espacio ideal para una foto, en compañía del ídolo del tango, Carlos Gardel.

Nos recomendaron visitar la Feria Tristán Navaja aprovechando que era domingo. La calle hace homenaje a un destacado abogado radicado en Uruguay, se extiende desde la avenida 18 de Julio hasta la calle La Paz y es bastante concurrida.

Encontramos tiendas de antigüedades, librerías, ventas de artículos usados y muchas cosas más, como localitos para comer con tan buena suerte que encontramos un par de niñas Colombianas que vendían arepas de huevo, un manjar que no probábamos hacía mucho tiempo y que nos sorprendió ver que a los uruguayo de a pie, también les encantaban.

Delicioso recorrido por entre los ventorrillos en los que aprovechamos para tomarnos una fotografía. Retomamos la avenida 18 de Julio que es llamada así en conmemoración al juramento de la bandera, el 18 de julio de 1830. ¿Sabías que Uruguay es el único país de nuestra bella América del Sur donde el consumo de la marihuana es legal?

Nos causó tanta curiosidad, tal vez por el contraste de criterios, pues en nuestro país, Colombia, este tema toca fibras desafinadas que pasan por las muertes, las enormes cantidades de dinero que se gastan en el control armado, las fuentes de financiación de las guerrillas que se lucran de su comercialización y otras tantas cosas negativas, además de la imagen negativa de quienes la consumen.

Ni cortos ni perezosos entramos a un local donde se comercializaban los insumos necesarios para iniciar y mantener pequeños cultivos que sirvieran para su posterior consumo. El joven que encargado, sonará repetido, nos atendió con tanta educación, paciencia y nos dedicó largos minutos en los que nos explicó en detalle su visión acerca de el tema de la legalización y consumo. Nos contó que solo los nacionales Uruguayos podían comprar la marihuana en las farmacias, previa inscripción en un registro que era obligatorio. Su negocio se limitaba a proveer insumos para el cultivo.

Y nos lanzó al final una pregunta: aquí todos vivimos tranquilos y no hay fuerzas del orden persiguiendo a los “delincuentes” mientras que en los demás países se matan unos con otros y de todas formas, el consumo se sucede a escondidas de las autoridades quienes poco o nada pueden hacer. Además la calidad no se ve alterada con químicos dañinos que les adicionan para maximizar los beneficios. Aunque nosotros no somos consumidores, pensamos que en algunos puntos, el vendedor tenía buenas razones para expresarse como lo hizo. ¿Cuál opinión tienes tú?

Más adelante nos encontramos con un numeroso grupo de jóvenes entusiastas que tocaban alegremente los ritmos de la Samba. Nos ilusionamos en un principio porque pensábamos que era el tradicional Candombe, una manifestación artística originaria de este país. Luego seguimos la caminata por la avenida.

La avenida desemboca en la Plaza de Cagancha, corazón geográfico de Montevideo. Justamente allí está La Columna de la Paz. Tiene una altura total de 17 metros y un peso de 9 toneladas, está constituida por una figura femenina, alegórica, que corona una alta columna de mármol blanco. La estatua de bronce tiene en su mano derecha un gladio romano.El brazo izquierdo, en alto, sostiene una bandera a medio desplegar. Sobre la cabeza, gorro frigio. Una túnica griega envuelve la figura. A sus plantas, la anarquía, que había asolado al país desde la independencia.

Exactamente en su base, se marca el kilómetro cero de sistema vial de este país. Por esta avenida también se encuentra la plaza Fabini, la Biblioteca Nacional y la Universidad de la república, entre otros. En la avenida 18 de Julio y la calle Yí, encontramos La Fuente de los Candados

Esta se convirtió en una parada obligada en el camino. Se trataba de una fuente pequeña y romántica que comenzó su historia a partir del uso que le dieron los propietarios del restaurante Facal, ubicado frente a esta fuente que nos recordó el Pont des Arts en París que habíamos visitado pocos años atrás.

Hacen honor a la leyenda que dice que si se coloca un candado con las iniciales de dos personas que se aman, volverán juntas a visitarla y su amor vivirá por siempre. Nuestro candado quedó colocado imaginariamente en este sitio al que habíamos llegado luego de miles de kilómetros de recorrido. El amor es lindo un desafío que requiere trabajar permanentemente para mantenerlo, a pesar de los desentendimientos que ocasionalmente suceden. Para nosotros esta aventura suponía un riesgo porque estábamos viviendo las 24 horas, lo cual suponía un desgaste fuerte. El resultado real, es que a pesar de carecer de espacios privados para los silencios que a veces son necesarios o por incompresiones inevitables, encontramos el uno el otro, ese espacio cómplice, permanente, sin restricciones, en el que siempre estará la comprensión y una linda sonrisa, porque nos reconocemos como compañeros de vida, como nuestra propia aventura fantástica en la que seguimos coleccionando sonrisas, viviendo cada día comprendiendo que cualquier lugar está bien, si estamos juntos.
Para ciertos recorridos que eran lejanos, usamos la negrita y aprovechar esos días en los que el sol nos hacía mas llevadero el día.

Visitamos el Monumento a Luis Battle Berres, erigido en 1967 y en memoria al expresidente Uruguayo. Es una obra que llama la atención por su dieño en forma de “U” enorme que tiene 33 metros de altura. Es conocida popularmente como “los cuernos de Battle”. Según su propio autor, simboliza los brazos alzados de Battle como una expresión de su genuina aspiración por mejorar las condiciones de su pueblo.
Más tarde admiramos el Palacio Legislativo donde funcionan las dos cámaras, la de representantes y la de senadores que dan vida a la asamblea general.

El edificio comenzó a construirse en el año 1908 y finalmente se inauguró el 25 de agosto de 1925, sigue funcionando hasta la actualidad y es una obra arquitectónica que vale la pena admirar. Hay visitas guiadas que se deben agendar con anticipación y que lamentamos no haberla hecho al imaginar sus bellos interiores.

Subimos al cerro de Montevideo desde donde pudimos tener una panorámica completa de la ciudad y que probablemente originó su nombre. Tiene una altura de 135 metros y sobre su cima se asienta la fortaleza del General Artigas quien fuera el protagonista de los mas importantes momentos de la historia de Uruguay.


Sin duda alguna, es un punto visita obligada por el paisaje y por la historia que atesora. Junto a estas históricas edificaciones, hay un barrio que nos llamó la atención por sus casas pequeñas que lucían descuidadas, aunque bastante lejos de la notoria pobreza de otros países y suponemos que en Uruguay no conocen los temas de la miseria, o al menos, eso parecía.

Tiene un museo histórico militar, cerrado durante nuestra visita y sobresale de esta construcción el primer faro sobre el Río de la Plata. Desde allí conducimos hasta la rambla de Montevideo.

La Rambla como se le conoce en Uruguay, es lo mismo que malecones o costaneras en otros países. Es bastante larga con casi 30 kilómetros de extensión, la hacía lucir como uno de los sitios mas atractivos de la ciudad. Hay varias playas de arena blanca aptas para el baño, como playa Ramírez, Pocitos, Buceo, Malvin, entre otras. Nos pudo la curiosidad acerca de si estas playas estaban sobre un Río o sobre el mar. Lo que nos explicaron es que ello depende de como sople el viento puesto que en ocasiones, el mar invade el Río de la Plata. Lo que sentíamos era mucho más parecido a estar en el mar que en un río. Tiene excelentes carriles para bicicletas y senderos peatonales muy bien cuidados que invitan a caminar sobre ellas. En la playa Pocitos estaba el símbolo turístico donde por supuesto, estacionamos para tomarnos algunas fotos.

Uno de estos recorridos lo hicimos al final de la tarde para vivir el atardecer sobre la rambla de Montevideo, una experiencia que bien vale la pena vivir.


Un monumento que nos llamó la atención. Una escultura llamada Greetingman, instalada en la rambla del Buceo que manifiesta el sentido de amistad, de honrar al pueblo y de paz, donada por el gobierno de Corea.

Visitamos a Malvin, Punta Gorda y Carrasco, barrios muy bien formados con estilos muy particulares y singulares características arquitectónicas. En el carrasco se destaca su principal baluarte el gran hotel casino carrasco una monumental construcción al estilo de los lujosos hoteles europeos.

Encontramos sobre la rambla, uno de los espacios verdes mas amplios de la ciudad: el Parque Rodó. Este enorme predio está situado frente al mar, sobre la Playa Ramírez.


Mas que un parque es un gran paseo recreativo y cultural con áreas verdes, lagos, restaurantes, fuentes y espacios deportivos, además de monumentos. Dentro de ellos, además del monumento a Confusio, se instala una bella obra: el monumento a José Enrique Rodó. escritor uruguayo, columnista en varias revistas, diputado y considerado como uno de los mejores ensayistas del modernismo hispanoamericano.

Luego pasamos por la sede del edificio de Mercosur, el faro de Punta Carretas y mas tarde, el monumento a José Zorrilla de San Martín, que es el poeta de la patria hasta llegar al parque Battle, el mayor complejo deportivo, y cuenta con velódromo y el famoso estadio Centenario, donde se celebró el primer mundial de fútbol de la historia.

Muy cerca de allí pudimos ver el homenaje a la bandera ubicada en la plaza que lleva el mismo nombre para volver a la rambla. Nos impactó la gran cantidad de carros estacionados desde el kilómetro cero y por unos tres kilómetros mas que tal vez se debía a los numerosos trabajadores del centro de la ciudad vieja que los dejaban allí durante su jornada laboral.
Después de estos cinco días nos hicimos una buena idea de esta ciudad tranquila en todos los sentidos, en especial cuando la comparamos con otras en América del Sur, tal vez debido a que por su tamaño es bastante mas fácil de recorrer. Además de su historia, museos y su propio colorido, nos sigue conquistando la amabilidad de los uruguayos. ¡De lo mejor!
Nos despedimos de esta ciudad con un mensaje que sale desde nuestros corazones. Hasta la próxima.
