

La suite junto al lago 🙂
La magia de vivir esta mítica carretera es solo comparable a su fama. Vamos a sumarle este plus de poder disfrutar de la naturaleza y amanecer junto a este bello lago, que en parte reflejan las fotos que vienen a continuación.
No hay hotel que se le parezca ni sensación que la iguale. No se trataba de la simple economía de un viaje largo. Es en realidad una experiencia de vida que nos va cambiando de a poco ese concepto de poseer mas que de ser.
Y aquí éramos felices observando la transparencia del agua y los peces que saltaban. Nos despedimos de nuestro campamento para seguir rumbo a Puerto Bertrand, rodeado de montañas y bosques de Lengas.
Al fondo, el Nevado Neff y los campos de hielo decoraban esta pequeña localidad en la que aún nadie despertaba. Paseamos por la pintoresca costanera donde estaba el muelle con algunas embarcaciones, ya en movimiento. El turismo cobra especial importancia y hay bastantes cabañas turísticas y servicios.
Aquí nace el río Baker, el más grande de Chile por su volumen y es un punto imperdible de la carretera austral. Es de un tono azul turquesa muy bello. Bellísimo, como de fábula, recorre casi 200 kilómetros hasta llegar a Caleta Tortel, en el mar pacífico. Es famoso además por ser el preferido para la pesca con mosca y prácticas deportivas. Al llegar al sitio denominado La Confluencia estacionamos para tomar el sendero que lleva al río.
Es un trayecto corto de no más de 600 metros. Ni se te ocurra perderte este sitio que además es gratis 🙂
Al llegar nos impresionamos por los colores del agua, el sonido de las cascadas y la belleza del lugar.
Llegaron visitantes y deportistas con kayak que aprovechan esta maravilla para deslizarse por sus aguas y cascadas. Es un sitio que atrapa y te retiene. No nos cansábamos de ver tanta belleza.
Nunca habíamos visto algo similar en ningún lado. Cada espacio que te rodea compite por ser visto. Si miras las montañas sobre sus cumbres se yerguen nieves eternas, si miras el río con su enorme caudal de un color imposible de creer, si sientes el aire puro y el sonido que produce, seguro que nace una sonrisa que alumbra tu rostro. Una experiencia realmente fantástica y mágica.
Cada metro que recorrimos en este verano austral, nos iba gustando mas y mas. Antes de llegar a Cochrane, paramos a observar el pequeño río Fío Fío de aguas tranquilas y muy transparentes.
Nuestro consejo es que vengas sin tiempo límite. No es posible acelerar el paso porque los paisajes retienen.
Cochrane que es la provincia de Capitán Prat y uno de los principales centros de abastecimiento al sur de la carretera austral. El pueblo tiene un buen trazado y el clima estaba muy agradable, ofreciéndonos una tregua al frío que nos venía acompañando a pesar de ser verano.
Su parque principal es bastante grande y su iglesia de San José muy bonita y en madera. Hay todos los servicios y a pesar de las advertencias, una excelente oferta de combustible por toda la ruta. Aún así, continuamos con nuestro bidón de 20 litros lleno, por si las dudas.
Desde el mirador pudimos apreciar el pueblo y todo lo que lo rodea. Decidimos recorrer la reserva nacional del Lago Cochrane, de un color azul profundo, abundante vegetación y la presencia de Huemules, aunque no pudimos ver ninguno. Este lago también es binacional compartido con Argentina.
Transitamos sobre una vía secundaria sobre ripio muy suelto que nos estaba complicando la conducción, debido a que por cuidar la negrita, tomábamos las subidas lentamente y en algunos puntos, se resbalaba. Así que sin mayores contemplaciones, aceleramos a fondo para llegar a unos parajes solitarios hasta llegar a Playa Vidal.

Lago Cochrane.

Playa Vidal.
En medio de un día soleado aunque con una agua helada y en medio de esa soledad, decidimos darnos un chapuzón. Fue refrescantemente breve y agradable.
Salimos temprano de Cochrane con destino a Caleta Tortel. El camino que discurre entre cascadas, (muchísimas cascadas) y bosques, atraviesa los lagos Esmeralda, Brown, Chacabuco y Vargas.
Para llegar a Tortel seguimos el curso del río Baker, igual de imponente aunque ya ha perdido su bello color azul debido a los afluentes que caen en el.
Llegamos al sitio donde se estaciona para iniciar la visita. Es una pequeña calle que termina en una rotonda, en la parte alta de la caleta que estaba casi llena cuando llegamos.
Este es el sector alto, último punto hasta donde se puede transitar en vehículo. Al llegar a la “recepción” nos dieron un mapa con los puntos mas destacados, las pasarelas y atracciones. Caleta Tortel es una población única, con una estructura urbana desarrollada sobre pasarelas de madera que comunican y organizan todo el pueblo.
No hay tráfico ni semáforos. Las pasarelas de ciprés de las Guaytecas, abundante en la zona que son las vías terrestres de la venecia chilena que además tiene una gran diversidad de paisajes, destacando la presencia de fiordos, islas, bosques, montañas, canales, quebradas y ríos. Con un día lluvioso iniciamos nuestro recorrido por esta maravilla enclavada sobre una falda emplazada en el delta de la desembocadura del río Baker.
Alcanzan los 7,5 kilómetros y se destaca la gran pasarela que bordea el mar además de otras que están a diferentes alturas interconectadas por múltiples escaleras. Hay plazas, también de madera, como Elicura, San Pedro, Kawascar, Orompello y La Morel.
Caminando bajo la lluvia descubrimos su pintoresco estilo arquitectónico que recuerda el legado de los inmigrantes chilenos que llegaron desde la isla de Chiloé para explotar la madera que abunda en esta zona.
Sus habitantes son muy amigables con las visitas y aprovechamos para hacer una parada y descansar mientras conversamos animadamente con nuestros pequeños amigos que preguntaban sin parar y con curiosidad por nuestra aventura.
Sus casonas antiguas adornadas con tejuelas le imprimen un sello único a la caleta. Caminarla es vivirla.
A pesar de su escasa población que ronda poco mas de 500 habitantes, la caleta tiene “de todo”. La municipalidad, una capilla dedicada a nuestro reconocido padre Ronchi y hasta un bar con cerveza artesanal.
Mientras tomábamos una cerveza nos dimos tiempo para resguardarnos de la lluvia y conversamos con viajeros y locales que estaban en el lugar.
Tienen colegios, supermercados, restaurantes, puesto de salud y hasta una casa de retiro para ancianos. Entretenidos por el paisaje ni nos dimos cuenta la larga caminata de varios kilómetros, así que nos fuimos a almorzar: un delicioso arroz a la jardinera coronado con perlas de ave, acompañado con un Merlot reserva especial. Es decir, arroz con verduras y vino 🙂
Al final del día nos instalamos a bordo de la negrita y pasamos una noche tranquila y reparadora. Al día siguiente hicimos el trekking a Cerro Bandera sobre un sendero que inicia en la parte alta de las pasarelas y corre por la parte posterior de la caleta.
La subida se empezó a complicar por el mal estado del sendero, resbaloso por la lluvia que no paraba y lo angosto del camino. Pero no nos rendimos hasta llegar a la cima.
Aprendimos la geografía de los fiordos, que desde esta altura se apreciaban majestuosos. Y al fondo vimos la isla de los muertos, un sitio muy turístico al que no fuimos.
No es una caminata fácil debido a la dificultad del terreno que en partes se encuentra anegado por el agua que además de la constante lluvia, pareciera brotar del suelo. Claro que la recompensa es grande.
Al llegar a la cima pudimos observar la Caleta desde su mirador. Mojados por la lluvia y empapados los zapatos iniciamos el descenso.
Otro imperdible en esta ruta. Hay mas fotos de la Caleta en nuestra página de Flickr y puedes verlas haciendo click sobre la foto que sigue.
Retomamos la RN 7 que sigue hacia el sur pasando por la cuesta El Vagabundo.
Es realmente preciosa y transcurre entre selva virgen y el profundo cañón del río Vagabundo que llega hasta el mirador. Al final llegamos a Puerto Yungay, lugar donde habríamos de tomar la barcaza “padre Antonio Ronchi” que nos llevaría hasta la rampa del río Bravo.
La lluvia tomó fuerza así que nos refugiamos a bordo de la negrita hasta que llegó el ferri. Este transporte es gratuito y nos cruzó en 50 minutos el fiordo Mitchell. Al desembarcar sentimos un poco de nostalgia por estar acercándonos al final de esta ruta que habíamos disfrutado a fondo.
Nos quedaban 100 kilómetros hasta nuestro próximo destino, por una vía bastante angosta en la que hay que conducir con bastante precaución. Avanzamos bordeando el río que está rodeado de muchísimos árboles, grandes helechos y un verde especialmente bello e inolvidable.
Esa forma tan especial de la carretera, en forma de “huevo” obliga a conducir sobre el centro. El paisaje es tan típico y especial que creemos es único en el mundo.
Pasamos por los campos de hielo, el glaciar Tigre para luego bordear el Lago Cisnes hasta que finalmente nos llevó a Villa O´Higgins.
Durante nuestro recorrido encontramos numerosos valientes que recorren en sus bicicletas la carretera austral, cargando equipo, subiendo cuestas y viviendo una experiencia sin duda, especial.
El pueblo se caracteriza por sus coloridas casas de madera, ordenadas en una decena de pequeñas manzanas en forma de damero ubicadas entre el Cerro Santiago y el aeródromo. La plaza es linda y bien cuidada, rodeada de la capilla, municipalidad y el museo del padre Ronchi que estaba cerrado y una única escuela con una gran construcción.
Nos instalamos en un camping junto a La Copec que tenía buenas instalaciones para pasar los dos días que decidimos quedarnos. Es un pueblo pequeño de no más de 500 habitantes. Se consiguen todas las provisiones, aunque los precios son mas altos.
Conocimos viajeros con sus mochilas a cuestas, en bicicleta, en moto y en carros. Hay de todo y todos estamos cumpliendo los mismos sueños: recorrer en su totalidad la mítica carretera austral. En especial una pareja de Colombia, quienes desde hace dos años venían recorriendo el continente, con destino a Ushuaia. Otro viajero, un hombre de unos 70 años que viene desde Alaska a bordo de su bicicleta durante 7 años. Todos dignos de admiración.
Hay poco por hacer mas allá de caminar por la calles y observar los detalles. En la foto, las palabras que aún sobreviven del padre Ronchi. Estábamos muy felices de estar aquí y ahora. Gozar de estos bellos parajes con buena salud, con ganas y con un buen vino que mitigara el intenso frío que nos ofrecía esta noche.
Al siguiente día nos dirigimos al último kilómetro de la carretera austral que termina en la bahía Bahamóndez, a escasos 7 kilómetros al sur de Villa O’Higgins. En la entrada de el lago O’Higgins hay un cartel que dice: “Fin de la carretera austral 1247 kilómetros. Bienvenidos al lago O’Higgins y campos de hielo sur”.
El lago O’Higgins es el más profundo de América con 836 metros. Allí se navega para ver el imponente glaciar O’Higgins que pertenece a los campos de hielo sur. Y también se puede navegar hasta Candelario Mancilla para continuar solo a pie o en bicicleta, por un camino que pasa a Argentina y llega a la parte norte del Lago del Desierto para seguir al Chaltén.
Siempre encontramos gente amable que se entusiasma con nuestra aventura, nos saluda y toma sus fotos para el recuerdo, al igual que nosotros.
Quisimos tomar una navegación por el lago O’Higgins rumbo a los campos de hielo sur en el Robinson Crusoe pero estaba fuera de servicio por una falla mecánica. Así que contemplamos el bello lago que estaba frente a nuestros ojos y dimos unas gracias enormes a Dios por esta bellísima aventura.
de regreso atravesamos el puente sobre el rio Meyer.
Fueron 20 días en los que el sentimiento de felicidad era inmenso porque acabamos de cumplir otro sueño, de andar otro camino lleno de magia, de esa que nunca termina porque siempre estará indeleblemente grabado en nuestros recuerdos, en nuestro corazón y a la que siempre desearemos regresar. Tal vez pocos, pero aún teníamos buenos kilómetros hacia el sur y no queríamos que nos pillara el invierno y la nieve.
Hasta siempre nuestra querida carretera austral. 🙂
Retomamos el regreso hasta Cochrane, donde hicimos una parada aprovechando la feria costumbrista para almorzar y disfrutar de la esquila de ovejas, la jineteada de niños y la preparación de la torta frita mas grande de la Patagonia.
Los esperamos en nuestra próxima historia, por la RN 40 en Argentina. Hasta la próxima.
4 Comments On 80. La magia nunca termina en la Carretera austral. Parte III
NOEMA LAYOS
simplemente de ensueño.. Nuestra América.
Es una dicha ver las fotos de esos sitios tan especiales que publican.
Buen viaje.. Siempre
Gracias Noema. La fotografía es uno de nuestras mayores aficiones.
Liliana María Jaramillo Bernal
super , me encanta los paisajes, que rico esa aventura, pero los extrañamos mucho, besitos, sigan disfrutando, que Dios los bendiga en su caminar todos los días los quiero muchísimo
Paisajes como de fábula 🙂 Te queremos mucho. Abrazos