3. Alta Guajira Colombiana: Uribia y Manaure.
Hoy amanecimos con mucho entusiasmo: en pocos minutos, partiríamos hacia el punto cero de nuestra aventura. Serían tres días de conocer sitios y culturas que nunca habíamos visitado. Por nuestras lecturas, sabemos que es un desierto poblado por la etnia Wayú y que representan el 48% de la población de la Guajira Colombiana y ocupan un área de un poco más de 1 millón de hectáreas. En Enero, el clima es seco y se conoce como Jemial, que va desde Diciembre hasta Abril. La primera temporada de lluvias, Jayapú, se desarrolla desde Septiembre a Diciembre y la segunda, Iwa, de Mayo a Septiembre.
Nos fuimos caminando hacia nuestra agencia, en la avenida del malecón y visualizamos camionetas grandes, de llantas bien anchas, porque luego del cabo de la vela, no existen vías. Sólo arena, baches, montículos, depresiones y desierto, además del conocimiento del conductor, quien sabe de memoria el recorrido. Recomendación: no intenten ir hasta punta Gallinas por su propia cuenta. No hay vías y “los caminos” hay que conocerlos y saberlos andar, con un manejo que además de destreza, requiere experiencia; es muy fácil quedarse atascado y por ello, viajan varias camionetas para ayudarse entre ellos. Eso sí, hasta el cabo de la vela, es sencillo y se puede ir en carro pequeño, siempre que no haya llovido, pues la arena, se convierte en fango, caso en el que es indispensable un carro 4×4, experiencia y mucha paciencia. Aunque sabemos que espíritus aventureros, se internan hasta llegar y por lo que sabemos, han sobrevivido.
Nuestro grupo quedó conformado por 6 personas: 3 de Barranquilla, 1 Canadiense y nosotros, además de nuestro conductor, Alex. En otras tres caminonetas, viajan franceses, Suizos, Norteamericanos y una pareja de Colombia. Sorprende que los parajes naturales, sean más frecuentados por extranjeros, más que los propios Colombianos?

Con nuestros amigos de viaje: James Ethier junto a su esposa Digna, Nirith y su esposo Jaime
Sobre las ocho y media, arrancamos! Yupiiiiiiiiii… al fin! La primera parada sería Uribia, la capital indígena de Colombia, que es el sitio donde se deben comprar provisiones, como agua para el consumo y obsequios para los niños que se agolpan en las vías de la alta Guaira. El recorrido se hace sobre vías pavimentadas, en buen estado y con señalización. De todas formas, el paisaje llano y la escasa vegetación, va dibujando poco a poco, la región.

Cartel de bienvenida
Las primeras impresiones, son siempre las que quedan. Y éstas fueron las nuestras: la primera, es que imaginábamos encontrar a sus pobladores, con atuendos que hicieran honor a su condición de indígenas. Pero de eso, nada. Tan normales y campantes como un citadino en Quito o Buenos Aires. La segunda, es que impresiona por la enorme congestión vial. Además de sus pocas vías, cada cual se parquea en donde puede, sin ningún orden ni precaución. La tercera, es que impresiona la suciedad de sus calles, mile de bolsas plásticas, adornan las escasas aceras que existen en buen estado. La cuarta, es la venta de gasolina en las vías. Tan abundante como peligrosa, se mezcla entre el comercio de la zona y que demuestra la poca probabilidad de contar con una fuente de ingresos legal y organizada. Además de Manaure, se dedican a la cría de ganado caprino y actividades de pesca.

Niño wayú en la plaza

Indígena Wayú, con su mirada típica
Y la última, que nos causó un huella, es la mirada triste de las personas con las que intercambiamos algunas palabras, durante nuestra parada a comprar provisiones. Supongo que manejan su propio temperamento y es parte de su cultura.
Recomendación: para regalar en “los retenes”, es bueno entregar botellas de agua, más que dulces. Es lo que más necesitan y bueno, unas galletas o conservas que sirvan para la alimentación diaria.
Seguimos rumbo a Manaure, también sobre vías pavimentadas y con señalización. En el trayecto, nuestro guía nos explica la conformación de las rancherías y los clanes. Son, figurativamente, una especie de “conjunto cerrado” donde habitan familias, en medio de muy poca vegetación y algo de ganado, casi siempre, Chivos. Los cerramientos en algunas de esas rancherías, los hacen con cactus, que les dá un toque especial y diferente.

Paisaje desértico en la vía
“La huerta familiar es de una hectárea aproximadamente y es propiedad de un varón, quien asigna partes del terreno a cada hijo para los cultivos de maíz, fríjol, yuca, ahuyama, pepino, melón y patilla. El trabajo asalariado y el contrabando hacen parte importante de sus actividades económicas.
Otra fuente de subsistencia ha sido la explotación de la sal en Manaure. Esta ha sido realizada por los Wayú desde antes de la llegada de los españoles. Sin embargo en 1968 fueron asignadas para su administración al Instituto de Fomento Industrial (IFI), lo que generó conflictos y tensiones sociales. Actualmente la explotación de la sal se hace de manera mecanizada o artesanal en esta última participa principalmente el indígena Guajiro utilizando “charcas” de las que saca dos cosechas anuales.” Tomado de internet

Con nuestro guía en las salinas

La sal

Con la sal a cuestas 🙂
La visita guiada, dura muy poco. Es cosa de una media hora, donde nos explican el porqué de la explotación de sal, debido, entre otras, a la escasa lluvia, lo que contribuye a que el agua salada no se diluya. Además, nos muestran como se bombea el agua a las charcas para posteriormente, se realice un proceso que permita transportar la sal a los molinos, para luego ser enviada a los centros de producción, que no quedan en la Guajira. Eso no suena extraño? Al menos, a nosotros si nos pareció que la riqueza que produce esa explotación, no se quede en manos locales.
Ahora, de nuevo hacia el cabo de la vela, pero esa será nuestra próxima entrada.
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