102. Conduciendo desde Buenos Aires hasta Fray Bentos. Nuestro octavo país: Uruguay.
Con la negrita cargada y por la ruta 9 al norte, salimos sobre las 10 de la mañana con rumbo a la vecina Uruguay.

Seguimos las indicaciones de nuestro GPS hasta llegar a la ruta 14 donde vimos una fábrica inmensa con torres altas y humeantes, ya sobre territorio Uruguayo.

Atravesamos el puente internacional Libertador General San Martin (el peaje cuesta poco más de US$7) y llegamos a Gualeguaychú, donde cargamos combustible que era bastante mas económico que en Uruguay y tomamos la ruta 136 que nos llevaría a la frontera.

Los trámites fronterizos los hicimos en la frontera bi nacional. Fueron bastantes sencillos o pudo ser que la experiencia ya nos daba esa tranquilidad. Fue el primer país donde nos dieron permiso por un año tanto para nosotros, como para la negrita.

Las instalaciones son impecables y están en línea con la vecina Argentina, de modo que cuando haces el ingreso a Uruguay, se corre de forma automática la salida de Argentina. Nos encantó que no tuviéramos que explicar que el nuestro, era un viaje sin prisa, para lograr la mayor cantidad de días de visita. Un agradable oficial de esa frontera nos dio la bienvenida y nos invitó a quedarnos en su país tanto como quisiéramos. Punto a favor para este país que estábamos a punto de conocer.

Tan pronto pasamos la frontera, había una oficina de información turística donde nos explicaron con detalle a la vez que nos proporcionaron mapas de Uruguay y de la ciudad más próxima: Fray Bentos.
Siempre que cambiamos de país, cambiamos de moneda también y aparecen las inseguridades que produce lo nuevo, lo desconocido. Confesamos que poco sabíamos de Uruguay, salvo que es el país mas pequeño de habla hispana en América del Sur, que sus habitantes son en su gran mayoría descendientes de europeos, que tenían una carne deliciosa y que adoraban el mate. Bueno, también tenían un personaje que aprendimos a querer por videos: José ” el Pepe” Mujica.

Algunos viajeros nos habían advertido de los elevados precios, aunque además de eso y que existía la posibilidad de ahorrar, queríamos experimentar la plataforma de Couchsurfing que nunca habíamos utilizado pero en la que teníamos verificado nuestros datos. Pues ni cortos ni perezosos, comenzamos a explorar las posibilidades de alojamiento y adquirir nuevas experiencias que nos diera la posibilidad de formarnos nuestra propia opinión.
Es una plataforma que ofrece alojamiento gratuito en todo el mundo. En realidad es más de intercambio, donde quienes se alojan también suelen ofrecer una habitación para viajeros de todo el mundo en sus propias casas. Si quieres conocer un poco mas, haz click sobre la imagen de abajo.

No lo habíamos usado nunca y mucho nos lo habían recomendado amigos viajeros del camino. Iniciamos nuestra búsqueda y enviamos nuestros dos primeros mensajes solicitando hospedaje por dos noches, con tan buena suerte que nos aceptaron. Luego nos enteramos que este proceso hay que hacerlo con buen tiempo y tener paciencia. El caso es que Joaquín, nuestro host, nos escribió las indicaciones para llegar a su casa. ¡Gracias Joaquín!

Joaquín trabajaba en la planta de celulosa de UPM, una compañía de capital extranjero que generaba la mayor cantidad de puestos de trabajo en esta localidad. Según nos contó, este bonito barrio fue edificado por la empresa y vendido a sus colaboradores. También nos enteramos de la polémica que suscitó entre las naciones hermanas de Argentina y Uruguay, además de protestas de ambientalistas.
Nos encantó la amabilidad de nuestro anfitrión. Pensamos que tratándose de un joven profesional, era normal. La casa era realmente cómoda y muy caliente, ideal para este clima helado que no daba tregua.
Somos personas tímidas. Nos avergüenza hacer ruido al ir al baño en medio de la noche, de tomar un objeto sin permiso, de causar molestias o hacer un comentario que resulte antipático y además, nos cuesta recibir sin pagar por ello. Joaquín nos mostró nuestra habitación, los servicios y nos hizo sentir como en casa.
Después de una reparadora noche en una cama calientita, salimos a conocer Fray Bentos, capital del departamento de Río Negro, ubicada a la márgenes del Río Uruguay que marca el límite con Argentina.

Fray Bentos es una pequeña ciudad surgida a mediados del siglo XIX que tenía unos 25000 habitantes para el momento de nuestra visita. Como hito histórico, tuvo un desarrollo enorme a partir de la industria de la carne que inició con el alemán Justus Von Liebig considerado el “Padre de la Química Orgánica” que se asoció con con el Alemán George Giebert, quien radicado en el Uruguay comienza a producir extracto de carne en Fray Bentos y lo exportaba a Europa.

Durante la guerra Franco-Prusiana los franceses sitiados en París consumían extracto de carne. La marca Fray Bentos dio la vuelta al mundo en forma de varios productos, particularmente el “Corned Beef”.


El frigorífico está en el barrio Anglo es fiel testimonio de la integración y del aporte cultural de inmigrantes de mas de 60 nacionalidades que llegaron a trabajar allí.

Fue declarado patrimonio mundial por la Unesco en 2015 con el nombre de paisaje industrial de Fray Bentos, también conocido como la cocina del mundo. Hay un museo al aire libre que exhibe parte de su historia con carteles y fotografías y otro de pago en el que se conserva buena parte de su historia.

También visitamos la plaza principal, llamada Plaza de la Constitución que a un costado tiene la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar donde aprovechamos para asistir a la eucaristía.


La gente de este país nos seguía sorprendiendo con su educación y alegres saludos. ¿Sería así en todo este país? Nos preguntábamos. En una esquina estaba el museo Luis Alberto Solaris y otros edificios históricos.

En una esquina se levantaba el teatro Miguel Young declarado Monumento Histórico Nacional. Un bello edificio que rememora el pasado de esta ciudad.
Al final nos dedicamos a recorrer el barrio Anglo y la rambla. El frío hacía que extrañar nuestra casa y nuestras familias subiera tanto como el gélido clima reinante. Lo malo del frío no es en sí la temperatura misma. Es que no daba un segundo de descanso. No todos los días de la aventura pueden ser de sol, risas y entusiasmo. Hoy el ánimo reflejaba de alguna manera los nubarrones que estaban sobre nuestras cabezas.

Tomamos la vía hacia Las Cañas, muy agradable con paisajes muy verdes. Es un tradicional balneario sobre el río Uruguay muy singular por la combinación de su paisaje natural entre barrancos y monte nativo y unas playas de arena blanca y fina.

Caminamos por senderos interpretativos admirando la belleza de su vegetación y la cantidad de diferentes especies de aves, esta zona posee un gran camping dotado con todos los servicios y también cuenta con cabañas y casas para alquilar.

Tiene también grandes playas como playa grande, el naranjo y el paraíso que deben ser excelentes sitios en el verano, aunque tristes en estos días.

De regreso conocimos a bordo de la negrita las lindas casas de este balneario que como curiosidad, sus calles tienen por nombre diferentes especies de pájaros.

Cuando cayó la noche regresamos a casa y encontramos una reconfortante sorpresa. Joaquín había invitado a sus amigos para compartir unos mates y unas deliciosas hamburguesas asadas en la chimenea. Nos resultó un lindo detalle de gentes tan queridas que con su compañía, historias y sonrisas, nos hicieron mucho más cálida nuestro paso por esta tierra.

Gracias amigos. Tal vez nunca se enteren del significado de la compañía y las charlas que como anécdota, cuando uno de ellos nos preguntó cuantos kilómetros llevábamos de recorrido, nos aseguró que esos pocos mas de cuarenta mil kilómetros equivalían a dar la vuelta al mundo de acuerdo con su circunferencia. Pues esta era nuestra ¨primera vuelta el mundo¨:-)

Al siguiente día una lluvia espantosa acompañada de truenos nos anunció que debíamos partir. Con ese panorama y el intenso frío nos producían enormes deseos de quedarnos un día más, pero nos dio vergüenza solicitar a Joaquín otro día. Seguramente no hubiera tenido inconveniente. Así que nos despedimos y emprendimos rumbo hacia la ruta 2.
En este punto queremos compartir cómo nos marcaron las experiencias de esta aventura, porque con cada kilómetro avanzado, más se parecía a un viaje hacia el interior de cada uno. Además de las que hemos plasmado en historias anteriores, hoy queremos contar una nueva “transformación” que produce viajar. Siempre habíamos pensado que era más importante dar que recibir aunque descubrir que no pocas veces, saber recibir es tan importante como dar. Aprender a recibir suponía reconocer nuestras propias limitaciones, nuestras carencias con mucha humildad. Con ausencia de soberbia y sin el orgullo que no sabe recibir, porque desconoce lo que necesitamos. Aprendimos que saber recibir es abrirnos, ser receptivos y estar disponibles. Saber recibir es desplegar nuestra humildad y aprender a agradecer y desde ese agradecimiento, comprender amorosamente la humanidad. Cada lección que aprendíamos, nos iba transformando en sencillos aventureros que abrían sus ojos a paisajes bellísimos mientras en nuestro interior se iban acomodando inolvidables lecciones de vida.
Nuestro destino era Mercedes y avanzábamos por la ruta 14 empapada en agua entre grandes plantaciones de cebada y ganado. Atravesamos el Río Negro, uno de los mas caudalosos de Uruguay.

Mercedes es la capital de Soriano. Recibe el nombre del departamento fértil o el granero del país. Esta ciudad tenía una linda rambla (costanera) sobre el Río Negro que el aguacero nos impidió disfrutar.

Dimos un corto recorrido por el centro donde visitamos la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes y continuamos rumbo a Villa Soriano, un sitio que nos habían recomendado.

Villa Soriano era el asentamiento europeo más antiguo en territorio Uruguayo. Patrimonio histórico que aún mantiene las características coloniales de la época.

También visitamos la emblemática capilla de Villa Santo Domingo, cerrada para el momento de nuestra visita. Había allí un gigante y añoso Tambo digno de ver.

Extrañamente tomamos tan pocas fotos que luego no teníamos registro de algunas visitas, hasta que descubrimos que preferíamos tener las manos calientes.

Indudablemente el icono mas representativo de la localidad era su antiguo muelle que había sido restaurado hacía poco. Un sitio muy bien mantenido y bonito por el caminamos un poco para luego refugiarnos dentro de la cálida negrita y tomamos rumbo a Dolores, una ciudad agro industrial y conocida como el granero del país.
Estos recorridos se hacen en pocos kilómetros. Al llegar estacionamos y nos bajamos a caminar. En la plaza Independencia se erige una escultura al gaucho José Zorrilla de San Martín, como homenaje al histórico proceso de independencia de esta nación en 1811

La catedral Nuestra Señora de la Mercedes, monumento histórico nacional estaba frente a la plaza y es una de las postales de la ciudad.

Es un símbolo de la ciudad. Su construcción llevó 91 años y nunca se llevó a concretar por completo el proyecto original. Sobre las doce y media, caminamos en busca de un restaurante. Entramos y pedimos un par de deliciosas milanesas que eran tan grandes que salían de nuestro plato y que a pesar del hambre, no fuimos capaces de terminar.

Aprovechamos para revisar en iOverlander y encontramos un sitio para pasar la noche. Afortunadamente la lluvia había pasado y llegamos hasta Playa de la Agraciada, sitio de nuestro camping.

Esta playa está a unos 8 kilómetros de la ruta 21 y el camping está justo a un costado. Estaba fuera de servicio pero abierto para usar, así que nos instalamos. Nos causó curiosidad el obelisco que se levantaba junto a la playa. La placa tenía una fecha: 19 de Abril de 1825 cuando un grupo llamado de los 33 orientales, que allí desembarcaron, dieron origen a la cruzada libertadora que a la postre, consumó la independencia de este país.

Después de una reparadora noche, retomamos nuestra ruta. Atravesamos Palmira y conectamos con Carmelo. Tenía un atracadero de yates, una extensa zona de playas y una abundante color verde que lo hacía lucir muy bonito.

Por este sitio se ubicaban varias bodegas de vino que con el tiempo se han vuelto puntos turísticos, así que nos aventuramos a conocer una. Zubuzarreta, a la que era necesario realizar una reserva que no habíamos hecho. Quien nos atendió hizo caso omiso de ese detalle y gentilmente nos dio el recorrido y nos explicó acerca de la uva Tannat, una de las mas importantes de esta parte del mundo y se la considera como uva nacional. Los vinos de Tannat uruguayos se caracterizan por ser mas elegantes, por tener unos taninos más suaves y por sus notas a mora.

Al salir y despedirnos del encargado, nos advirtió sobre una llanta baja. Parecía que se le estaba saliendo el aire y nos informó que saliendo desde allí hasta la carretera central, había un taller donde nos podían solucionar el problema. Al seguir las indicaciones, nos encontramos con que la vía tenía varios puntos anegados que amenazaban con interrumpir el paso.

Sorteamos sin mayor dificultad esos puntos hasta llegar al taller donde una pareja muy amable y educada, como ya se va haciendo costumbre en este país, nos brindó los auxilios necesarios para la llanta (cubierta) afectada, mientras la conversación surgió con tanta naturalidad que no nos callamos hasta que la llanta fue colocada en su sitio, perfectamente reparada. Muy satisfechos con el trabajo fuimos a pagar, pero estas agradables personas se rehusaron y en cambio nos desearon la mejor de las suertes en nuestra aventura. ¡Gracias!
Seguimos adelante y visitamos a las ruinas jesuíticas de la estancia de Belén, conocidas como Calera de las Huérfanas.

El nombre Calera, viene de que en dicho lugar se producía cal para la construcción, mediante la utilización de dos grandes hornos. La denominación “de las huérfanas” se debe a que lo producido por el establecimiento iba destinado a mantener el Colegio de Niñas Huérfanas de Buenos Aires.

En sus orígenes era el casco de las “Estancia del Río de las Vacas” manejada por los jesuitas a partir de 1741, quienes tuvieron una importante influencia en la región durante los siglos XVI y XVII.

Visitamos Conchillas, patrimonio arquitectónico que se encontraba a unos 7 kilómetros de la ruta 21.

Es un pueblito con un particular estilo arquitectónico que recorrimos lentamente mientras nos sumergíamos en su original historia, expuesta en carteles a lo largo de sus calles.

El nacimiento de esta localidad está directamente vinculado a la llegada de la empresa británica C. H. Walker por 1887, la que se instaló con el objetivo de explotar los médanos que se utilizarían para la construcción del puerto de Buenos Aires. Esta industria promovió la llegada de obreros de diversas nacionalidades: ingleses, italianos, escoceses, griegos, búlgaros, austriacos, vascos, turcos, alemanes, que poblaron y conformaron el pueblo, dotándolo de una impronta única.

Las casas de gruesas paredes de piedra de más de un metro de espesor, asentados en cal o barro y pintados de amarillo, y sus techos de zinc a dos aguas de color rojo, han quedado como testimonio de una época signada por la influencia de la comunidad inglesa que se asentó en ese entonces. Las casas de los primeros pobladores y el Hotel Conchillas son hoy Monumento Histórico Nacional.

Otro edificio emblemático es la “Casa Evans” fundada por el inmigrante David Evans. Fue uno de los mas importantes comercios del Uruguay, tanto así que el gobierno lo autorizó a acuñar su propia moneda. Las costumbres y la imposición de reglas propias, sumados a sus simpáticas e históricas construcciones, bien valió la pena la parada.

Desde allí tomamos rumbo hacia Colonia del Sacramento. Pero esa será nuestra próxima historia.
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