37. Parque Nacional Paracas
Una de nuestras normas es tratar de conducir solo en el día y que recomendamos a todos aquellos que estén planeando una escapada, especialmente si es por sitios que visitan por primera vez. La distancia es de 304 kilómetros y no hacemos referencia al tiempo, porque en nuestro caso, vamos parando y no sería un dato muy confiable. Pagamos PEN 29 en peajes, incluyendo uno por la entrada a Pachacamac, principal centro de peregrinación del mundo andino, antes y durante el incanato, pero estaba cerrado, porque es Lunes. Algo pendiente para nuestro regreso.
Seguimos por la vía, que bordea el pacífico, pasando por Punta Hermosa, Chilca, hasta llegar a Pisco, aprovechando para conocer su plaza principal, su antigua iglesia destruída en el terremoto del 2.007, los humedales y otros sitios.
Desde Pisco hasta el parque nacional Paracas, son solo unos 20 kilómetros. Al llegar al punto de control, hay que pagar la entrada de un día o de tres días. Este último cuesta PEN 20 p.p. que fue el que compramos, para estar 3 días y disfrutar de este sitio, al que teníamos muy bien referenciado. Retornamos a Pisco a comprar provisiones para nuestros tres días de camping, pues dentro del parque no hay esa posibilidad.
Una vez entramos, nos dieron información y mapas del sitio y ahora sí, a disfrutar de este paraíso de 335 mil hectáreas. Fuimos hasta el punto de control en Playa Roja a solicitar orientación, aunque antes nos deslumbramos observando la playa de color rojizo y los acantilados.
Los sitios están muy bien organizados, con caminos, miradores y servicios higiénicos. Lo rangers nos informaron acerca de los sitios de camping y nos advirtieron que podíamos ubicarnos en los lugares habilitados, aunque debíamos tener cuidado con el terreno. Observamos que aquí no ofrecía baños, por lo que decidimos instalarnos en el sector Lagunillas, donde hay algunos restaurantes. Aunque es frente, atravesando el mar, hay que dar una vuelta grande para acceder.
Es un sitio de pescadores y hay varios restaurantes que ofrecen sus servicios. Además hay un baño de pago. Decidimos armar allí nuestro camping, esta vez el pequeño, porque no sería mucho tiempo y comimos disfrutando de una noche estrellada y el encantador sonido del mar. Y bueno, además unos vinos.
Si la noche fue bonita, el amanecer, precioso. Con la ventaja de tener todas “las comodidades” modernas en nuestro carro, hicimos un buen desayuno y salimos a recorrer el parque. Paracas es un lugar privilegiado donde el mar se une con el desierto creando un excepcional paisaje. La combinación de historia, diversidad biológica, paleontología, geología, y paisajes vuelven esta área natural protegida en uno de los sitios más atractivos de el país.
Llegamos a Playa La Mina. Cada sitio del PNP tiene una infraestructura muy bien diseñada y aunque fue recientemente inaugurado, todo está fuera de servicio y cerrado bajo llave. Resulta realmente increíble que quienes hicieron los estudios, la construcción y entrega de obras, para ofrecer sitios de valor al turismo, se dañe por una mala gestión de quienes están al frente de este parque. Para la muestra, la siguiente foto:
Esta playa tiene ya vista impresionante y nos gustó muchísimo. Como a 300 metros existe otra playa que es la Rapson allí nos entretuvimos viendo la diversidad de aves y muchos barquitos en sus faenas de pesca.
Según la información que ofrece el parque, Paracas proviene de dos vocablos quechuas que traducen “lluvia de arena”. Para: lluvias y Acco, arena. Esto se produce por las diferentes presiones entre el mar y el desierto. Visitamos el Itsmo, otro sitio interesante y luego fuimos al mirador playa Yumanque, una de las más grandes de Paracas, de arenas gruesas y un mar calmado.
Estamos seguros que estos sitios con la compañía del sol, deben ser toda una experiencia. En nuestra visita (mes de Junio) el frío es intenso y no es posible disfrutar del mar, más allá de aprovechar la vista, la calma y la innumerable cantidad de aves que suelen vivir aquí.
Tal vez el punto más famoso en el parque es La Catedral, una formación rocosa, que ha sufrido por los diferentes movimientos de las placas. Según la información que exhibe en sus carteles, existió un arco en piedra muy fotogénico, que ya hoy no existe. Sin embargo, sigue teniendo una vista realmente agradable, con abundantes clases de aves.
Esta combinación de enormes acantilados desérticos con su color ocre, a veces rojizo, frente al mar azul e inmenso, seguro que te capturarán. No hay palabras que definan estas sensaciones, solo te aseguramos que pasar una hora en este sitio, es poco.
Seguimos al mirador de Supay o diablo andino es un dios-demonio originario de la mitología aymara e inca, corresponde a un ser que habita en las profundidades de las tierra. Empezamos a ver movimiento de personas, buses turísticos, buggys y bastantes bicicletas. El paisaje desértico, a pesar de evocar con su sequía sentimientos de tristeza, tiene un encanto especial.
El desierto se vuelve interminable, con diferentes coloridos. Nos detuvimos para observar las huellas del pasado.
Las Turritelas, pequeños caracoles fosilizados en forma de cono alargado, que vivieron en las aguas de Paracas, cuando estas eran cálidas, hace más de 36 millones de años, según la información que ofrece el sitio.
Una nueva parada en Cerro Colorado. Cada sitio que estamos mencionando, tiene su parqueadero, zonas de información y bonitas construcciones que lo ambientan.
Visitamos el centro de información del parque, un sitio bien hecho, con buena información muy interesante y nos gustó que además, incluye vistosos carteles que información, que alerta por el cambio climático y lo que nosotros podemos hacer para ayudar. Además, hay un acercamiento con la cultura Paracas, una de las grandes cultura pre Incas.
Esta cultura, descubierta por Julio Cesar Tello, se desarrolló entre los años 700 A.C. a 200 A.C. Fueron excelentes orfebres, los mejores en los textiles, lanas y tintes y fueron famosos por sus trabajos en medicina, con sus trepanaciones craneanas. La cultura paracas es la antecesora de la cultura nazca con la que tiene una evidente afinidad cultural; de hecho, para muchos especialistas, la fase final de Paracas es en realidad la fase inicial de la cultura nazca. En este centro, aprendimos entre otras cosas de puño y letra de Humboldt, que la corriente que erróneamente lleva su apellido, era conocida mucho tiempo atrás por los peruanos. El solo transmitió lo que le fue enseñado y que se resistía a que la llamaran así, siendo lo correcto “Corriente del Perú”. A ver si nos sacudimos y aprendemos como debe ser.
Allí también nos enteramos de que la NASA usó paracas como campo de entrenamiento para la interpretación de las imágenes que esperaban recibir de el planeta rojo. Al salir, realizamos una caminata por el sendero Sumaq Pisqukuna Pawariq para observar el Flamenco o Parihuana, aves con patas y cuellos muy largos un pico característico y alas rojas-rosadas con puntas negras.
Metros más adelante del centro de interpretación está el museo de sitio de Julio Cesar Tello. Este museo se gestó como un proyecto del investigador suizo Fredeic Engel, quien deseaba poder mostrar al publico el resultado de sus excavaciones en diferentes sitios de la bahía y rendir el homenaje a Julio Cesar Tello, su predecesor de las investigaciones en él área. En este museo se expone principalmente la cultura paracas que abarcó un periodo aproximadamente de 400 años, del 600 al 200 a.c. Lo que se encontró inicialmente son dos tipos de soporte, el textil y la cerámica con representación de seres antropomorfos. Los ejemplos más conocidos de la cultura paracas son los grades textiles de la fase necrópolis con los que envolvían a sus fardos funerarios.
Increíble como pasa el tiempo cuando estamos felices. Retornamos hasta Playa la Mina sitio que habíamos elegido para nuestro camping de esta noche. Comimos unas pastas deliciosas y a vivir el paisaje que gracias a Dios, teníamos ante nuestros ojos. Como consejo, hay que elegir sitios que ofrezcan algo de abrigo, porque el viento helado en ésta época suele ser muy intenso. Así que la esquina del parqueadero evitaba esas frías corrientes.
Aunque poca gente llega a esta playa, sobre el final de la tarde, tuvimos la oportunidad de conocer a un Peruano muy agradable, Pedro Pablo, quien estaba a cargo de un grupo de turistas. Intercambiamos ideas de este sitio, del Perú, especialmente de las culturas de norte y de nuestro viaje, que en sus palabras, era un sueño que deseaba hacer con su esposa. Ofreció alojarnos en el valle sagrado, uno de nuestros próximos destinos e insistió en que guardara su contacto, cosa que hicimos. Tal vez el frío y el camping le parecieron unas duras condiciones o también, un sentimiento compartido de la aventura, lo que queda claro, es que la magia que se produce en el camino, existe. En fin, muy agradable conocer personas tan queridas, que con una gran sonrisa y sin pedir nada a cambio, ofrecen su amistad. Terminamos de pasar el día contemplando el atardecer.
El amanecer, muy frío. Nos apuramos en organizar nuestro equipaje y tomamos rumbo hacia el pueblo de Paracas, con grandes hoteles y por lo que vimos, un sitio para gente adinerada de Lima, aunque también, unos pocos hostales para mochileros. Está muy bonito, con construcciones bien logradas, buenas vías y zonas verdes.
Aquí está el embarcadero para Islas Ballestas, un destino muy famoso y remarcado por las guías, que en su comentario decía que es el galápagos de los pobres, por lo que no nos pareció interesante hacerlo, ya que vivimos tres días en el PNP y vivimos Galápagos.
Reunimos nuestras mejores fotos de este sitio en Flickr. Si te gustan, compártelas y si te gustan mucho, ¡suscríbete! 🙂
Aquí en el PNP no nos quedó punto sin conocer y nos encantó. Lo recomendamos como punto fijo de tu próximo destino en carro. Es espectacular.
Hasta la próxima.
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