22. RUTA DEL SOL (SPONDYLUS): Provincia de Esmeraldas
Partimos desde Riobamba hacia la costa norte ecuatoriana, a la provincia de Esmeraldas, para buscar como destino final, Tonsupa, con 545 kilómetros de recorrido y pagamos u$5 en peajes. Un poco de sol y playa, nada mal nos va a caer, luego de soportar el frío de los bellísimos nevados que pudimos conocer.
La carretera de la sierra, está en excelentes condiciones, con muchos tramos de tres y cuatro carriles. Cuando se toma el desvío de Aloag, hasta llegar al valle del río Toachí, empieza el calor y la vegetación cambia por plátano, cacao y palma, y por su curvada carretera, vimos una gran cantidad de cascadas que vienen desde la sierra.
Al llegar a Santo Domingo, capital de la provincia del mismo nombre, la primera intención fue seguir por la perimetral.
Como las primeras impresiones son las que quedan, nos pareció una ciudad desordenada, caliente y muy poco vistosa. La actividad comercial es alta y los locales comerciales, con honrosas excepciones, son ventorrillos abarrotados de mercancías. En el marco de su plaza principal, está la catedral y un parque bien arreglado. Ahora vamos usando, con cada vez más frecuencia la aplicación maps.me que ha desplazado al Garmin, porque nos ofrece mejor información, además de las vías, de los sitios turísticos y no requiere conexión a internet. Ahí encontramos que la mejor decisión, era seguir adelante. Sin embargo, ya estando aquí, mejor echarle un vistazo, no?
Desde hace un par de días, la manija de abrir la puerta delantera derecha, se nos partió, haciendo muy incómoda esa sencilla operación. Y frente a nuestros ojos, en medio de una callecita polvorienta y como por arte de magia, apareció una vieja puerta oxidada recostada al borde de la vía, en un pequeño local esquinero. Suerte? Este podría ser uno de los artesanos técnicos, de esos curiosos que solucionan casi todas las averías con paciencia. Con algo de recelo, por el ensamble de las conexiones, nos bajamos y llegamos al acuerdo de repararla con cola loca y un soporte metálico, además de intercambiar la manija de atrás, para adelante, cosa que tomó cerca de una hora. La verdad, fue un trabajo impecable y que por solo u$15 nos evitó la molestia. Bueno, así ya tenemos algo bueno que anotar de Santo Domingo, además de contar que era antes de los colorados y ahora de los Tsáchilas, cuyo término significa, “verdadera gente”. Se los conoce como “Colorados”, debido a su costumbre de pintarse de rojo con achiote el cuerpo y cabellos. No nos pareció ni pintoresco ni agradable para quedarnos, aunque habíamos leído acerca de familiarizarse con su cultura en las comunidades indígenas, de cuyos exponentes, no vimos ninguno.
En nuestra marcha hacia Tonsupa, nos detuvimos a almorzar en la Concordia, una pequeña parroquia, ya con características de poblaciones costeras, por lo poco vistosas aceras en arena, polvo y desorden en general. No entramos a conocer Esmeraldas, capital de la provincia de Esmeraldas, por los malos comentarios de inseguridad y poco atractivo turístico.
Preferimos llegar a Tonsupa, nos ubicamos en Punta Diamante, por recomendación que habíamos recibido en la planeación del viaje. Nos impresionó que la mayoría de los edificios se encuentran averiados, aunque vemos muchos trabajadores realizando las reparaciones respectivas. Cabe aclarar que fue en Abril del 2.016 el terremoto que sacudió a Pedernales y el pasado Diciembre, una réplica, se ensañó con estos pueblos.
La soledad también fue muy marcada. En fin, un sitio tranquilo, bonito y fuera de temporada, donde conseguimos una cómoda hostería por u$30 la noche. Y esos letreros en la vía, repiten con frecuencia, “Tonsupa, vive”, demuestra que no se van a rendir y siguen adelante. Bien por eso!
Aunque es un sitio que nos habían referenciado muy bien, nos pareció que sus playas requieren algo más de mantenimiento, por lo que tomamos un merecido baño en la piscina y aprovechamos el internet para actualizarnos de las noticias y mensajes.
Al siguiente, tomamos un rico desayuno americano, con sandwich de queso, por u$2 p.p.. Mas tarde, fuimos a conocer a Atacames, capital del cantón de Atacames, en la provincia de Esmeraldas. Una de las mas pobladas en esta provincia y con la mayor playa natural del Ecuador, muy cercana a Quito. Allí conocimos un gran malecón, donde ofrecen los platos de la región, bares y tiendas de recuerdos. Con precios mucho mas bajos que su vecino Tonsupa, hay hospedajes de todo tipo y para todos los bolsillos e inician desde u$5 p.p. Es una población bullosa (mucho!) y algo desordenada, además de sucia y polvorienta. Desde allí, salimos hacia playa escondida, donde entramos a un hotel completamente ecológico, con letrinas compostadas y rústicas instalaciones. La cocina comunal para el camping, es solo con leña. Pocos kilómetros mas adelante, está el complejo turístico Cumilinche, con restaurante y unas cabañas preciosas.

Playa Escondida
Sus dueños, un francés y su esposa ecuatoriana, ofrecen desde u$65 por noche para una pareja. De allí, de regreso a Atacames, aprovechamos para almorzar con un ceviche de camarones, realmente, fuera de serie. Por solo u$6 p.p. puedes deleitarte con un plato que ojalá volvamos a encontrar! Una verdadera delicia 🙂
Y luego, en Tonsupa, aprovechamos el final de la tarde, disfrutando de un atardecer que por sus colores y su belleza, nos obligó a realizar varias tomas fotográficas. Una de ellas, es la que viene.
Realmente, una imagen que cautiva, no?
Tuvimos muchas ganas de realizar camping en playa escondida, con esa tranquilidad que ofrecía, pero preferimos seguir hacia Mompiche, un pequeño pueblito de pescadores. Viven de la pesca artesanal y el turismo. Tiene entre uno de sus máximos atractivos, las olas más extensas del Ecuador, de cerca de 1 kilómetro de largo, lo cual lo hace un destino obligado para los amantes del surf, que no es nuestro caso. Encontramos una gran variedad de hoteles y hostales, por lo general económicos, siendo los más costosos, los de u$30 p.p. y hasta u$5 p.p. Decidimos hacer camping en un hostal, por tan solo u$3 p.p. con todos los servicios y justo al lado de la playa. Recorrer esta provincia, es visitar sus pueblitos costeros y disfrutar del mar y sus bellos atardeceres. En mayúsculas, su tranquilidad! Es algo que merece la pena experimentar.
Bien merecido tenemos un descanso en nuestro recorrido y que mejor que aprovechar la calidez de la playa. Y esto es algo a tomar muy en cuenta, cuando el viaje es largo: el descanso y la economía.
Es muy pequeño y no tiene sucursales bancarias, por lo que hay que tener en cuenta traer efectivo! Y ojalá provisiones que resultarán mas económicos en la cercana Atacames. Tuvimos necesidad de regresar hasta ese sitio, a retirar en un cajero y aprovechamos para repetir el delicioso ceviche de camarones. Que manjar! Esta vez, como buenos clientes frecuentes, tuvimos la posibilidad que nos explicaran detalles de su preparación y el secreto de su exquisito sabor. Una clave, es hervir los camarones por 3 minutos y nunca desechar su caldo, que es el que aprovechan junto con los demás ingredientes, para darle ese toque inolvidable.
A nuestro regreso, pasamos por la cercana localidad de Sua, un destino bastante más tranquilo que Atacames, con una larga playa y un bonito malecón. Aquí, desde Junio a Septiembre, es un perfecto sitio para ver las ballenas jorobadas. Estos son pueblitos tranquilos y pequeños, donde el turismo de playa ofrece múltiples opciones, en especial, habitaciones rústicas y hostales, además de pequeños hoteles y pequeños comercios, que los hacen sitios muy visitados por el turismo extranjero.
De paso por Same, una ciudad vacacional, con un complejo llamado Casablanca y Tonchigue, un pequeño pueblo pesquero a 3 kilómetros sur y llegamos de nuevo a Mompiche.
El día siguiente, nos dedicamos a disfrutar isla Portete, distante a tan solo 10 minutos, por carretera asfaltada. En esta vía, está el Decameron, la playa Ostión y la playa negra. El carro se deja en un parqueadero, por el que se paga u$2 por todo el día y para pasar a la isla, u$0,50 p.p. Es un lugar muy tranquilo de muy escasos habitantes, con una playa larga de 3 kilómetros de arena blanca y fina, con agua clara y verde azulada y con un oleaje moderado. También tiene una gran cantidad de palmeras! Tiene un potencial turístico muy alto.
Allí nos convencieron de pasar un día en el Decameron, a cambio de una charla y decidimos quedarnos y al otro día, luego de una hora de charla amable, nos dedicamos a aprovechar el sol, el paisaje y un rico almuerzo. Todo impecable, como es costumbre en esta cadena y con muchos trabajadores colombianos, que conocen perfectamente el concepto. Por el trato recibido y por la calidez de la gente que hoy conocimos y venimos conociendo, reflexionamos acerca del significado de esas personas anónimas, de las cuales apenas sabemos algo y que han ido enriqueciendo nuestra aventura. Ya no hace falta saber que hace, ni en donde vive y mucho menos, su condición económica y eso ha facilitado en mucho, el acercamiento que con ellos tenemos. Igualmente, todas estas personas, apenas si llegan a conocer nuestros nombres, sin embargo, la comunicación fluye y nos divierte! Otro cambio que vamos viviendo en estos primeros 7.000 kilómetros de recorrido.
Llegamos a nuestra última noche de acampada, cansados y somnolientos. No pudimos usar las duchas del hostal, debido a los fuertes olores que de allí salían. Tal vez, alguna avería lo hacía “irrespirable” así que, muy a disgusto, con arena y el sudor natural producido por el calor, no tardamos en dormirnos. Unas pocas horas después, como a eso de la 3 am, un gallo desafinado y completamente des-sincronizado de la hora local, inició sus cantos mañaneros justo al lado nuestro, sin parar su desafinado canto, nos quedamos tan despiertos, como si fueran las 6 am. Que remedio, más que reír de una situación, que como esta, al vernos en un hostal, con arena, sudorosos y con la alarma improvisada que se nos instaló a nuestro lado, se convirtieron en carcajadas! Solo pedimos que amaneciera rápido, para “re-organizarnos” y seguir disfrutando de nuestra aventura.
Hemos vivido días muy relajados en compañía de espectaculares atardeceres, una deliciosa gastronomía y una buena dosis de tranquilidad y descanso, además de unas frías cervezas que alegran el espíritu 🙂
Ahora, iremos a Canoas, en la vecina provincia de Manabí. Seguro que reservamos un hotel que nos dará tregua a estos 6 días de acampada.
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Hasta la próxima.
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