77. Cómo recorrer y qué conocer de la isla grande de Chiloé.
Empezaremos por resumir que estuvimos 6 días recorriendo la isla grande, poco más de 700 kilómetros. Solo se paga un peaje y el transbordo desde Puerto Montt y las vías están en muy buen estado. Vamos a recorrerla.
Para acceder a Chiloé hay que atravesar el canal Chacal donde tomamos nuestro primer ferri y que marcaba el inicio de las carreteras bimodales en la Patagonia chilena y por el que pagamos CLP 12.600 todo sobre la ruta 5.
Los ferris salen cada 30 minutos y se embarca de acuerdo al orden de llegada sin que sea necesario reservar con anticipación. Durante la navegación pudimos apreciar como la cordillera se funde con el mar ofreciendo una grata experiencia.
Al desembarcar, nos dirigimos a Ancud donde iniciamos nuestras caminatas por esta población cargada de historias adornadas con llamativas esculturas que honran a misteriosos personajes como la condena, el alma en pena, el trauco, capaz de embarazar a las mujeres con tan solo mirarlas son algunas de las criaturas que condimentan la tradición chilota y están en la plaza principal.
En esa plaza está la catedral de San Carlos de Ancud que reemplazó a la hermosa iglesia destruida por el terremoto de 1960. Esta isla es muy famosa por sus llamativas iglesias de madera construidas por misioneros jesuitas entre los siglos XVII y XVIII 16 de las cuales fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Visitamos al ex convento del la inmaculada concepción que alberga la fundación amigos de las iglesias de chiloe, allí hay una réplica a escala de las principales iglesias de Chiloe y es un excelente inicio para comenzar a entender el valor de cada una de ellas. Es un punto de obligada visita.
El museo regional (Gratis) está muy cerca y además de estar muy interesante, nos ayudó a entender historia y cultura de esta zona de Chile. Allí exhiben una réplica de la goleta Ancud, una nave de guerra que trasladó la expedición chilena que oficializó la posesión del estrecho de magallanes en 1843.
Continuamos la ruta hasta Pilluco desde donde tomamos la desviación hacia el faro corona, el segundo puesto al servicio en Chile. Bajamos y accedimos a un pequeño museo en el primer piso para luego escalar hasta la punta desde donde la vista es realmente agradable.
Retomamos nuestro camino y al bajar del faro hay una hermosa y solitaria playa de arena fina. Sobre ella había una verde hierba que hacía parecer que el piso era firme, así que nos atrevimos a entrar para disfrutar de la tranquilidad, el silencio y el paisaje. Pero justo a la mitad y cuando ya no había marcha atrás, la negrita se hundió en las blandas dunas sin posibilidad de escapar de esa trampa con la que ya teníamos penosas experiencias.
El escaso (o ninguno) tráfico nos obligó a acudir a solicitar ayuda a las casitas vecinas. Son estas las situaciones tan enojosas porque a sabiendas, sucede. Pero que reconcilian por la solidaridad de la gente que nos auxilió y de buena gana. Por la terrible “embadurnada” de arena, el calor y un genio poco amigable, perdimos la oportunidad de tomar una foto de recuerdo.
Visitamos el fuerte Ahuí perteneciente al conjunto de monumentos nacionales de Chile. Aún subsisten partes de las ruinas del castillo, el polvorín y 14 cañones.
En la ruta hacia Castro encontramos un camping organizado atendido por un simpático chilote con el que hablamos y admiramos su sencillez, alegría y amabilidad. De nuevo a descansar a bordo de la negrita a la que nos acostumbramos por su comodidad y practicidad. La nueva carpa aún está en su empaque original y por lo que parece, no se va a estrenar 🙂
Pero antes fuimos a disfrutar a la playa junto al camping de otro bello atardecer patagónico.
Visitamos la feria artesanal y de alimentos para vivir la experiencia del rodeo chileno, las costumbres y la gastronomía. Vimos representaciones artísticas, las infaltables fotos con el trauco y las comidas. Queríamos comer el recomendado curanto al hoyo pero ya no quedaba, así que comimos el también afamado cordero asado que nos pareció grasoso aunque de buen sabor.
Hacia Dalcahue sobre una ruta ondulada y boscosa llegamos a la iglesia de nuestra Señora de los Dolores una de las mas grandes de Chiloe.
Tiene un portal con 9 arcos y una alta torre que domina el canal, su altar con santos de madera. En la costanera está instalada una agradable feria artesanal que ofrece los productos regionales.
Caminamos por el pueblo y decidimos almorzar el tan nombrado curanto, pero al verlo servido en otras mesas cambiamos de parecer porque no somos muy afectos a los productos de mar cuando vienen en las conchas así que probamos las costillas de cordero que esta vez nos gustaron aunque no se convirtieron en nuestro plato favorito.
Desde aquí fuimos a la localidad rural de Colo y visitamos iglesia de San Antonio una de las más pequeñas y pintorescas.
Conducir por las rutas de esta isla resultó tranquilo y placentero. También visitamos la iglesia de San Juan Bautista en San Juan que por fortuna estaba abierta y pudimos visitar su interior.
En la localidad de Tenaún hay otra iglesia que vale la pena visitar. Al llegar nos encantó la arquitectura y trazado del pueblo, sus casas con tejas chilotas de variados colores le ponen un toque especial.
La Iglesia Nuestra Señora del Patrocinio de Tenaún es considerada una excepción dentro de la escuela chilota por sus tres torres, las estrellas en su fachada, que la hacen única en su clase.
A Castro llegamos por el camino histórico y apreciamos la arquitectura chilota caracterizada por los palafitos, construcciones que se han convertido en la imagen clásica de las postales de la zona. Están ubicadas a la orilla del mar y están sostenidas por pilares de madera y tienen por objetivo aprovechar el movimiento de la marea. Cuando hay marea baja se ven las instalaciones de los palafitos y cuando sube pareciera que las casas flotaran sobre el agua y se caracterizan por estar pintados con llamativos colores que refleja en el agua creando una imagen inolvidable.
Castro es la capital de la isla y su iglesia, la de San Francisco se destaca por su grandiosa bóveda octogonal con madera si pintar y por fuera es una iglesia pintada con llamativos colores morado y amarillo.
El interior es el mas interesante de las que visitamos aunque el exterior estaba un poco descuidada en la pintura lo que le restaba la belleza con respecto a las fotos que habíamos visto.
La costanera es un gran complejo comercial donde se reúnen las lanchas que vienen a la isla y las goletas que venden sus productos. Visitamos el mirador Millantu y el mercado que nos sorprendió por su impecable limpieza así como la variedad de productos de la zona, como el Cochalluyo, unas algas que utilizan para comer, de un sabor intenso a pescado.
Aprovechamos para comprar en Naviera Austral los tiquetes de Hornopirén a Caleta Gonzalo y de Cahitén a Marín Balmaceda (CLP 39.200) porque muchos viajeros nos habían advertido que reserváramos con anticipación, debido a la congestión en la carretera austral, por una avalancha ocurrida en Santa Lucía.
En Nercón visitamos la iglesia patrimonial Nuestra Señora de Gracia que aunque no estaba abierta apreciamos su bello trabajo en madera recubiertos con tejuelas de alerce.
En Chonchi ( tierra resbaladiza) es una bella y pequeña ciudad a enmarcada en una pendiente, llamada también ciudad de los tres niveles. Visitamos la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, ubicada en pleno centro de la ciudad.
También nos tomamos nuestro tiempo para caminar por la costanera, visitar el mercado artesanal donde compramos música chilota a una mujer argentina enamorada de esta parte del mundo.
Ya en la ruta hacia Quellón nos detuvimos junto al lago Natri gracias a las buenas referencias que leímos en iOverlander. Un sitio muy tranquilo con un bello paisaje, así que nos instalamos cómodamente en nuestras sillas, comimos delicioso y compartimos unos buenos vinos chilenos.
Seguimos descubriendo los secretos de las pequeñas cosas que nos enseña el viaje y que nos producen felicidad, como disfrutar de estos parajes naturales en medio de una tranquilidad, silencio y belleza únicos. Seguro que esto nunca estuvo en nuestros planes iniciales, porque aún pensábamos como turistas, que era nuestra forma de viajar y el comportamiento es bien diferente a este estilo de vida.
El amanecer fue de ensueño 🙂
Al conducir hacia nuestro próximo destino, escuchamos la música que compramos el día anterior. Quellón (puerto de auxilio) es el puerto principal y más austral de la isla de Chiloé. Recibe todo el producto se la salmonicultura y de la recolección de mariscos de la isla.
Recorrimos el centro donde pudimos observar tallas en madera que hacen homenaje a su historia.
Tiene una gran importancia porque gracias a su puerto se logró comunicación marítima con zonas aisladas de la patagonia chilena, además de ser sede de grandes empresas pesqueras. Antiguamente sólo se comunicaba vía marítima, pero gracias a la construcción de la carretera panamericana logró convertirse en el “hito 0”, el punto final de un largo camino que pasa por 11 países y que recorre mas de 20.000 kilómetros.
Como todo hito nos resultó muy interesante y en especial, para nuestro viaje porque ya logramos recorrer toda la panamericana, al menos desde Colombia. Y los sueños que nacen para llegar “algún día” al extremo norte empezaron a tomar forma 🙂
Tuvimos una sorpresa cuando nos entregaron un certificado expedida por la oficina de turismo de la localidad, donde se deja constancia de nuestra visita al punto cero. Es un detalle de esos se recuerdan para siempre.
Así que no olvides este interesante souvenir si vistas esta parte del mundo. Por las recomendaciones recibidas, visitamos a Viejo Quellón, Trincao y Yaldad sobre una carretera de ripio en buen estado. En la vía está otra iglesia que aunque no está dentro de las listadas como patrimonio de la humanidad, también posee el encanto y belleza de sus similares en esta isla.
Al final del día estacionamos en el malecón cerca al hito 0 y pasamos la noche con varios viajeros que estaban allí.
De regreso quisimos visitar Cucao, situada en una gran bahía de arena blanca, desde donde nos dirigimos hacia el camino norte del parque nacional Chiloé.
Nos instalamos en el cercano camping Manzano, muy bien organizado. Los dueños nos hablaron de una entrada “secreta” (sin pagar). Eso no se hace, decía mi abuelita. Pero esta vez la contrariamos y recorrimos el sendero Tepual debe su nombre a la abundancia del Tepú, especie de arboleda que se puede identificar por sus hojas pequeñas y el color rojizo de su tronco. Es un sendero muy bonito, como sacado de un cuento. También realizamos el sendero de la ranita de Darwin.
En la tarde caminamos hasta el puente Chasquín y caminamos por las dunas que hay antes de llegar a la playa sobre el Océano Pacífico con una vista increíble aunque el viento nos corrió. Esta sensación de libertad y tranquilidad es inigualable junto a un atardecer que no tiene comparación.
Sentimos que fue un excelente recorrido que por una semana nos trasladó a esta región de Chile y que nos gustó y en la que tuvimos la buena fortuna de no recibir las cantidades de lluvia que nos habían pronosticado.
Nuestras fotos de Chiloé en Flickr las puedes ver haciendo click sobre el siguiente enlace:
Salud por la vida, por las desiciones que la enriquecen y por vivirla a pleno como lo estamos haciendo nosotros.
Partimos rumbo al punto cero de la carretera austral, nuestro ansiado destino que relataremos en nuestra próxima historia.
No te la pierdas 🙂
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